"... (EL) POETA QUE APRENDE CON UNA NUEVA INOCENCIA A SER HOMBRE"
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De Cuaderno de Tyler Durden: Aprendo del poema que se destroza en silencio y que persiste como el oleaje que golpea mi cráneo. Todo poema es una bala que deja su fulgor en la imposible trama del cerebro y hunde cada letra en el costado más doloroso de la inteligencia. Aun sitiado por paredes el poema va entre tempestades implorando el arrebato, la visión memorable, el golpe, el grito, el insulto. Todo poema es un arma que corta el último latido, el hondo aliento. Todo poema es una trampa, un desafío. Es el rostro de mi mujer que grita las cinco letras de su nombre en el poema. Todo poema es el desierto en el que clama, es el jardín en que se pierde, misterio de los siete rostros de la noche. El poema es la tormenta, la carga detonante, la voz en el filo de su daga, palabra de valor atada al miedo, fuego y devoción, rabia que maldice. A veces el poema fracasa como el horizonte y se queda en el fondo como los naufragios o como esos autobuses azules en aquella canción de los Doors, esos que se alejan sin nosotros y nos hacen maldecir el camino de regreso. De Fundación de la casa: VI
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De Cuaderno de Tyler Durden: Aprendo del poema que se destroza en silencio y que persiste como el oleaje que golpea mi cráneo. Todo poema es una bala que deja su fulgor en la imposible trama del cerebro y hunde cada letra en el costado más doloroso de la inteligencia. Aun sitiado por paredes el poema va entre tempestades implorando el arrebato, la visión memorable, el golpe, el grito, el insulto. Todo poema es un arma que corta el último latido, el hondo aliento. Todo poema es una trampa, un desafío. Es el rostro de mi mujer que grita las cinco letras de su nombre en el poema. Todo poema es el desierto en el que clama, es el jardín en que se pierde, misterio de los siete rostros de la noche. El poema es la tormenta, la carga detonante, la voz en el filo de su daga, palabra de valor atada al miedo, fuego y devoción, rabia que maldice. A veces el poema fracasa como el horizonte y se queda en el fondo como los naufragios o como esos autobuses azules en aquella canción de los Doors, esos que se alejan sin nosotros y nos hacen maldecir el camino de regreso. De Fundación de la casa: VI
No puedes escaparte del resfriado,
te veo caer en cama.
Me preocupa no saber qué se hace en estos casos.
Entro en la farmacia y trato de encontrar
el antihistamínico que sea adecuado
y sólo atino a hallar
la blanca santidad de la aspirina.
De regreso a la casa,
me quedo a tu lado para cuidarte,
te doy una caja de Kleenex,
me pides un trago de Coca-Cola fría.
Yo no me niego a tu capricho y te convenzo,
casi te obligo a que te tomes el jarabe.
Al final logras dormir un intranquilo sueño
que no me tranquiliza.
Mijail Lamas, Cuaderno de Tyler Durden, seguido de Fundación de la casa, FLM / Ediciones sin Nombre, 2007, págs 81-82
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