Brenda Ríos: Del Amor y Otras Cosas que se Gastan por el Uso


"[...] UNA COSECHA DE PREGUNTAS FUNDAMENTALES [...]"

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[en] La pasión según G.H. la narradora, cuando comprende el mundo, cuando se le revela el sentido de las cosas en función de las cosas, entra en un estado de gracia. En Aprendizaje o el Libro de los placeres, Lori pasa una noche entera de intuición reveladora, como si al fin lo comprendiera todo: el movimiento de los pensamientos, el peligro de sentir profundamente lo nuevo de este mundo: un estado del yo en extrema sensibilidad. Recordemos que en el budismo se llega al estado de gracia por el descubrimiento, a la par que el desprendimiento, del yo adquirido, comprendido sólo en la pérdida de la identidad individual, sólo así el individuo puede entrar en contacto con lo divino. La mística es aquí femenina: se descubre el yo para amar el mundo en su extensión, en su pequeñez, en la insignificancia de una nota musical antes de que ésta forme parte de una música. Por eso se escribe en gospel, con velas encendidas.
La escritura como ritual del descubrimiento. Dejar entrar la luz. Escribir es entrar en el estado de gracia, tocar en cierta medida la divinidad y venir de regreso. Comprender el sacrificio de quien escribe porque desnuda el rostro; hablar del alma y del ser cuando las palabras ya están agotadas; hay que descubrirles su yo para dejarlas hablar, para hacerlas libres, mientras el escritor mira desde su ventana cómo se iluminan las páginas; no hace nada para impedirlo: mil veces desnudarse que reprimir la revelación del sentido oculto de las cosas: "¿Dios es una palabra? Si lo es, estoy lleno de Él: millones de palabras metidas dentro de un jarro cerrado y que a veces abro y me deslumbra. Dios-palabra es deslumbrador." Ahí mismo, en Un soplo de vida, dirá: "Mi movimiento más puro es el de la muerte." La escritora cumple el cometido: muere para probar que existe una pureza en los movimientos humanos, una pureza que trata de sobrellevarse en lo cotidiano. Como cada uno en un libro, como personaje o no, uno va encontrando sus propios modos de iluminarse.

Y ahora este silencio también súbito

La poética del súbito silencio será la que cumpla un extraño cometido: preguntar por que y para que se escribe. El cómo de la escritura se vinculará al ejercicio de pensarla, de llevarla a cabo, de irla descubriendo en su proceso de ocultamiento-revelación, de verla insinuándose aunque nunca presentándose toda. El escritor se presenta con su ausencia. En suma, Lukács afirma que no hay manera de recrear lo ya formado, el arte crea nuevas realidades, nuevas por irrepetibles, porque no son imitación sino reflejo, correspondencia última entre el alma y sus contenidos... Quizá por ello existe una voz del autor como presencia ausente: el libro está presente en el momento en que se abre, pero no necesariamente quien lo ha escrito. El libro posee una piel última: el tiempo.
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Brenda Ríos, Del amor y otras cosas que se gastan por el uso. Ironía y silencio en la narrativa de Clarice Lispector, Conaculta / FLM, Fondo Editorial Tierra Adentro, núm 304, 2005, págs 144-145

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