“[…] PARA LA MIRADA DE BOJÓRQUEZ UN VOLANTE PEGADO EN UN TELÉFONO, UNA LETRA PERDIDA EN UN LETRERO, LA CONJUNCIÓN DE DOS ESTATUAS, EL EXTREMO DEL CORDEL DE UN COMETA […] SEÑALAN CLAVES FUNDAMENTALES EN LA VIDA DE LOS HOMBRES QUE PUEBLAN SUS HISTORIAS.”
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Monito Maniquí
El osito del aparador resalta entre lo demás: es una de esas tiendas donde sin empacho han exhibido mezclados una corbata, una licuadora, el último disco de baladas, un maniquí a la moda otoño-invierno de este año y el oso de peluche que Mena mira asombrada cada vez que pasa frente a la vidriera con su madre.
Es un osito que tiene más pelos que todos los ositos, piensa Mena, a quien le gusta imaginarse que va sola y por eso se adelanta cinco o seis pasos a los de su madre; así puede enfrascarse en sus pensamientos, que los últimos días son protagonizados por el osito del aparador.
A veces aparece también en ellos el maniquí que acompaña al peluche: a Mena no le importa la última moda de la estación, ni las grandes pestañas de la mujer de plástico: lo sorprendente para la niña es la fija atención en un punto desconocido que tienen esos ojos. A Mena no sólo le sorprende, sino que le enoja que el maniquí no mire alosa, tan tierno éste, tan deseable juguete, como mascota que no le ha pedido a su madre (ella querrá comprarle un libro en vez del peluche en el aparador) y Mena no quiere otro libro, ni una muñeca; no un helado ni algo barato como dice su madre, tampoco un premio de consolación. Mena quiere el osito del escaparate. Seguramente el peluche la acompañaría durante las noches en que Mena tiene pesadillas (…)
Daniela Bojórquez, Lágrimas de Newton, Ficticia, Biblioteca de Cuento Primeras Obras, 2007, pág 4.
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