Claudia Reina: Paranoias


"LOS PERSONAJES DE PARANOIAS LLEVAN UNA BOMBA DE TIEMPO EN SUS CEREBROS Y ES POSIBLE QUE NO EXPLOTE SIEMPRE Y CUANDO HAGAN LOS MOVIMIENTOS ADECUADOS"

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Virginia

Para mi hermana fue muy duro aceptar la pérdida de su pierna. No quiso levantarse de la cama hasta muchos meses después, a pesar de haber estado en condiciones de hacerlo. El día que quiso ver cómo le quedó el muñón me pidió que la dejara sola. Cuando volví a entrar en el cuarto la encontré frente al espejo largo, apoyada en las muletas, observando sobrecogida su carne mutilada. Le dije consolarla que no tenía que ser así siempre, podría usar una prótesis, la ayudaría a caminar sin necesidad de usar las muletas. Me contestó que nadie la iba a querer nunca, y se fue a acostar de nuevo en la cama y a sepultarse bajo las sábanas.
Con el paso del tiempo aceptó su situación, la pobre no tuvo más alternativa. Luego la convencí de ir a ver a un doctor que le colocó una prótesis con la que aprendió a andar como si fuera su pierna verdadera. Ella decía, cuando se recuperó del dolor de la pérdida, que era su pata de palo, pero nunca se recuperó del todo, por eso a veces iba a encerrarse en el baño a llorar por esa cosa con forma de pierna que debía andar arrastrando todo el día para seguir siendo como los demás.
Nuestros padres murieron hacia muchos años en un accidente. La casa quedó para las dos solas y de un día para otro se volvió muy grande y muy oscura. Teníamos miedo de andar por los pasillos o de dormir con la luz apagada. Marta empezó a tener pesadillas a causa de su pierna postiza. Decía que soñaba que la pierna se llenaba de vida y recorría la casa y cuando se encontraba con ella se ponía furiosa y comenzaba a patearle su pierna buena hasta desprendérsela. Desde que o esos sueños yo la veía por la mañana agarrar su pierna con repulsión y acomodársela apresuradamente. Debió de ser muy difícil para ella andar con su pata de palo, a pesar de todo así seguía llamándola, atornillada a su muñón, sintiendo que estaba viva y que conspiraba contra su pierna sana. Cada vez con más frecuencia se encerraba en el baño y cuando iba a preguntarle qué 1e pasaba, me respondía llorosa, la pierna, es la pierna, y en su tono de voz había asco, como si ese tronco inerte fuera un animal extraño que no se pudiera quitar de encima.
Después sucedió lo que ya veía venir: Marta no dormía, no quería comer, tampoco quitarse la pierna porque decía que cuando la tenía puesta la vigilaba mejor. Yo ya no volví a mi trabajo; decidí que viviéramos de lo que nuestros padres nos dejaron hasta que se agotara, y me quedé tratando de detener la locura de mi hermana. No quise llamar a ningún doctor, ya sabía que iba a recomendarme, o a exigirme, que la internara lo más pronto posible en un hospital psiquiátrico.
Marta nunca se dio cuenta de que se estaba volviendo loca, ni siquiera me preguntó por qué dejé de trabajar, aceptaba mi presencia, y tal vez hasta la de la pierna, alrededor de ella, vigilándola, cuidándola, como algo que de pronto se volvió natural. La hermana mayor siempre debe hacerse cargo de los problemas, eso nos decía mamá y quizá Marta aún lo recordaba.
[…]

Claudia Reina, Paranoias, Instituto Sonorense de Cultura, 2008, págs 21-22.
Premio Concurso del Libro Sonorense 2007, modalidad Cuento

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